De estadísticas policiales

17 mayo, 2013

Sigo con interés las noticias que, sobre estadística policial, se publican bien sean en la prensa diaria o bien en la especializada (deformación profesional). Regularmente, al menos en el caso de España, aparecen artículos de prensa criticando la falta de transparencia del gobierno en relación a las estadísticas policiales.

Algunos, simplemente, son divulgación de las notas de prensa oficiales, otros son más de fondo aunque su argumentario suela ser escasamente científico, y algunos, pocos, tienen un interés científico más que notable.

Respecto de esos segundos artículos de divulgación, más de fondo, esta semana ha aparecido uno sobre la estadística policial reciente en el estado español. A pesar de que el título (Los muertos ‘resucitan’ en las estadísticas de Interior), está más en la línea periodística del Charles Tatum del Gran Carnaval, que de Meyer Berger, el trasfondo es más que acertado.

Al autor no le falta razón en sus críticas sobre la necesidad de una mayor transparencia por parte del estado sobre las cifras de la criminalidad. Al parecer, según la comunidad científica, las cifras facilitadas por el Ministerio del Interior, no son fiables, y pone algunos ejemplos refutados por la opinión de criminólogos y expertos.

Reconozco que los datos del ministerio del interior siempre me han producido cierta curiosidad morbosa por ver como presentaban año tras año unos datos de dudosa elaboración bajo el principio absurdo de intentar hacer bajar las tasas de delitos. Tasas que, más altas o más bajas, no aportan nada al conocimiento criminológico por si mismas, (excepto si se elaboran buscando la comparabilidad).

En el caso que nos ocupa, si los datos del ministerio hacen sonreír, loas datos comparados (en este caso con EUROSTAT) resultan hilarantes: la última vez que las consulte (correspondían al año 2007), se trataba de un ranquíng de crímenes que encabezaban Suecia, Reino Unido, Bélgica, Dinamarca y Holanda como países con mayor índice de crímenes de Europa, y que cerraban Italia, España, Grecia, Portugal e Irlanda como países con menor criminalidad. Suecia con una tasa de 119 crímenes por 1000 habitantes y España (territorio MIR, luego lo explico) con una tasa de 47,5 crímenes por 1000 habitantes.

Se trataba de un intento de sistematizar los datos facilitados por los estados miembros sin tener en cuenta ni el marco legal penal ni, y eso es muy importante, la tradición estadística policial de cada país.

¿Es mucho una tasa de 47,5 crímenes por 1000 habitantes? ¿O es poco? Depende. Si se compara con Suecia (119 crímenes por 1000 habitantes) es más bien poco. La tasa media en la UE ese año era de 71,3. Por tanto es poco.

En Catalunya en ese mismo año, la tasa de delitos por 1000 habitantes era de 60,62. ¿Por qué? Pues por que, bien no contamos lo mismo o bien no contamos igual. No contar lo mismo es fácil si no explicamos que engloba el total de delitos y faltas (y a nivel internacional si no sabemos que engloba su “crime” y nuestro “delito”). Y no contar igual es más que evidente: cuando el Ministerio del Interior publica datos bajo el epígrafe de territorio MIR, excluye a Catalunya, País Vasco y Navarra, con lo que la idea de España es -por decir algo- reduccionista. Es curioso constatar que, como efecto colateral a ese afán eficacista del estado español, Catalunya, País Vasco y Navarra, resultan independientes en un tema tan estructural de estado como es la seguridad.

Sí tiene interés para el análisis de la estadística policial y su metodología el artículo de Alfonso Serrano Gonzalez: Dudosa fiabilidad de las estadísticas policiales sobre criminalidad en España, publicado el 2011, así como también el de Marcelo F. Aebi y Antonia Linde: El misterioso caso de la desaparición de las estadísticas policiales españolas, publicado el 2010. En los cuales se analizaba con bastante profundidad la problemática de la estadística sobre criminalidad facilitada por la administración y se ponía en evidencia la disparidad de los criterios de los diferentes operadores del Sistema de Justicia Criminal del estado y la dudosa fiabilidad de los datos del ministerio.

Pero creo que estas contribuciones no son sólo las más importante respecto a la estadística sobre la criminalidad y la inseguridad.

Podría darse el caso de que hubiera errores en los cálculos (que es algo que sucede más comúnmente de lo que parece) o bien que trabajáramos con una metodología errónea. Ningún problema. Con asumir los errores o cambiar de metodología habríamos avanzado. También pudiera ser que unificara el criterio estadístico de los operadores (milagro !!!!).

Pero pienso que, en el fondo, se trata también de un problema de modelo. Dicho de otro modo, del planteamiento y desarrollo de las política públicas de seguridad que debieran aplicarse.

Alfonso Serrano en su artículo, nos recuerda la fecha de la primera estadística policial en España (1983). Po otro lado, La Vanguardia del domingo 28 de Agosto de 1881 publicaba una nota de prensa sobre datos de estadística criminal de la policía de Londres.

¿Cual es la diferencia? Pues que en Inglaterra se realizan recuentos de hechos criminales desde al menos desde 1881 ininterrumpidamente y en España desde algunos años después de la muerte del dictador, prácticamente 100 años después de que lo hicieran los ingleses. Podríamos concluir, siendo caritativos, que nos falta costumbre ………. y años de democracia.

Mientras en Inglaterra desarrollaban el modelo del “community policing” de Robert Peel, nosotros recreábamos el reaccionario modelo gubernativo de Fouche; ellos con la Metropolitan Police of London y nosotros con la Benemérita Guardia Civil.

Esa diferencia es la que determina la metodología de recogida de datos sobre criminalidad: no se piensa en términos estadísticos, sino más bien en informar -que remedio en democracia- sobre la eficacia policial (judicial, fiscal, etc) y sobre la actividad de la administración.

Nuestro modelo tiene el sesgo patrimonialista propio de las administraciones antiguas que tratan al ciudadano como administrado y no como el destinatario de la información que genera el propio sistema. Eso hace que el Home Office inglés ponga a disposición de los ciudadanos de forma exhaustiva (y amigable en términos ofimáticos) toda la información de la que disponen y nosotros andemos a la greña con tasas y ranquings pintorescos. Hagan la prueba.

Otro tema diferente, es la utilidad práctica de la estadística policial. The Guardian publicaba el 28 de abril pasado un curioso artículo en la que enunciaba el dilema que se plantea la criminología actualmente: la delincuencia, en términos generales, baja. Y lo hace, efectivamente, y no de manera exclusiva en Inglaterra y Gales, sino en todo nuestro entorno (al menos en países en los que se pueden comprobar los datos y éstos resultan fiables como EEUU, Alemania, Francia, etc.), incluso a pesar de la crisis económica (la profecía del parado/delincuente tan manida) que tanta inseguridad provocaba entre la clase política en general.

Pues sí, a pesar de que tienen un sistema estadístico más preciso y fiable que el nuestro, no saben porqué baja la criminalidad conocida por la policía.

Nosotros tampoco lo sabemos. Tal vez sea por que esa pregunta no tenga demasiado sentido así planteada. Todos sabemos que, para tener un conocimiento más preciso de la criminalidad no basta con sumar los hechos conocidos por la policía. Y de hecho lo que no cuadra es que los hechos conocidos por la policía experimenten un descenso, cuando la expectativa era la contraria. Algunos incluso parecen defraudados de que sus expectativas no se hayan cumplido.

Lo que es seguro es que con un conocimiento más preciso de la estadística criminal es posible establecer políticas de prevención y mejora de la inseguridad de manera más ajustada. Y eso pasa por utilizar otros recursos más eficientes de medida de la inseguridad (percepción) y de los delitos sufridos por la población (victimización). En Catalunya hace 15 años (y en Barcelona 25) que se realiza una compleja operación estadística basada en una encuesta ciudadana sobre la seguridad. Tal vez sea bueno reflexionar sobre si sería conveniente preguntar al ciudadano, de nuevo y en otros términos, que piensa (que recuerda) o que siente (que percibe) al respecto.

Teniendo en cuenta que el Home Office realizada de manera exhaustiva operaciones estadísticas basadas en encuestas de victimización, no se entiende demasiado bien que el articulista de The Guardian no las contemple.

Pero de eso hablaremos en otro post.

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Autor / Autora
Vicens Valentin
Profesor colaborador en la asignatura Ciudad, inseguridad y conflicto del Máster Universitario de Ciudad y Urbanismo. Licenciado en Historia General y Geografía, y máster en Política criminal y servicios sociales. Miembro del Grupo Motor de RISE (Red Internacional para la Innovación en Seguridad).
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