¿Hay que sentir temor del marxismo? | Revolución urbana y derechos ciudadanos. Conclusiones. (Parte 2)

12 noviembre, 2013

Revolución urbana y derechos ciudadanos. Conclusiones generales. (II)

Esta es una serie de artículos en los que Jordi Borja aborda las conclusiones generales de su libro Revolución urbana y derechos ciudadanos, Alianza Editorial, 2013.

2. ¿Hay que sentir temor del marxismo?

Si, es lógico el temor pues permite desvelar no solo las injusticias de la ciudad, lo cual es común a cualquier forma de pensamiento medianamente crítico, también nos permite entender el conjunto de mecanismos y de agentes que provocan esta injusticia. Los que proponen la ecuación, que hemos denominado imposible,  pretenden resolver la injusticia (los que van de ingenua buena fe, muchos otros simplemente utilizan una retórica legitimadora) pero sin intervenir sobre los causas y sin reconocer los mecanismos generadores de las desigualdades y exclusiones. Lo cual permite a los analistas “cientificistas” aplicar modelos interpretativos que explican porque los pobres viven en unos lugares y los ricos en otros. Previamente se han obviado o “naturalizado” los mecanismos económicos que generan este tipo de segregación social.

Hay que partir de un hecho: la urbanización es uno de los procesos principales de acumulación de capital, es decir de desarrollo de la clase capitalista [2]. La llamada revolución urbana de las últimas décadas ha aumentado la cuota acumuladora por medio de la conversión del suelo rústico o expectante en urbanizable y urbano y por medio de la promoción inmobiliaria y la construcción de infraestructuras y edificios. El ciclo inmobiliario resultante genera crisis periódicas como corresponde a la producción de un bien necesario y mercantilizado, es decir que tiende a la sobreproducción respecto a la demanda solvente. El coste de la vivienda en el mercado no es el mismo del Ford T cuyo éxito se basó en definir un precio que los trabajadores industriales pudieran pagar. Las crisis cíclicas del sector inmobiliario desde la segunda guerra mundial hasta los años 80 fueron controladas por medio de las  políticas públicas keynesianas que reactivaban el sector de la construcción. El problema se acentuó considerablemente en los últimos 25 años.

La crisis actual que vincula directamente urbanización y financiarización es resultado de un juego a tres bandas. Primero: los capitales volátiles han irrumpido con fuerza en los procesos urbanizadores. Segundo: los gobiernos han practicado la desregulación del sector y han permitido la proliferación de productos financieros inviables. Tercero: para ampliar el mercado se ha tendido a buscar cada vez más a posibles clientes en los estratos de bajos ingresos. Resultado: se ha creado un mercado ficticio, insolvente, pero endeudado. En EE.UU. el endeudamiento hipotecario privado se acerca al 50% del total y en España la suma del endeudamiento del “bloque cementero” y de los compradores insolventes superó el 60% total del país. Pero en este caso los bancos protegieron a los grandes promotores o constructores y los gobiernos protegieron a los bancos mediante cuantiosas ayudas y préstamos. Con lo cual la deuda ahora se reparte entre el Estado (los contribuyentes) y la población de bajos ingresos. Una deuda que equivale en España al PIB. En EE.UU., el otro país más endeudado, es el 50% del PIB. 

Como dijo el supermillonario Warren Buffet “en la guerra de clases afortunadamente la mía la está ganando”. Podría añadir como dice Harvey “el capitalismo es capaz de construir ciudades pero lo que no puede luego es pagarlas”. La pertinencia del análisis de clase no se termina aquí. Los expertos internacionales, como los del Banco Mundial, evalúan el desarrollo urbano en magnitudes monetarias. Por lo tanto a más urbanización extensiva, más especulación del suelo, mas construcciones con independencia de la solvencia del mercancía, más endeudamiento, más “desarrollo urbano”. Con lo cual se legitima la desregulación financiera y la urbanización con altos costes sociales y ambientales que ya expusimos al inicio de nuestro trabajo. El resultado es la crisis económica que se extiende a la economía productiva y que reduce de  forma traumática la demanda social y las posibilidades de las políticas públicas. Se ha producido una acumulación de capital en el sector financiero y se han acentuado considerablemente las desigualdades sociales. Buffet tiene razón afirma que es una guerra social y que por ahora han ganado.

¿Es pertinente entonces hablar de lucha de clases en los territorios urbanos? Evidentemente aunque uno de los contendientes aparezca como más visible y más agresivo y organizado y el otro se exprese mediante resistencias dispersas y sin objetivos unificantes. La ciudad (utilizamos este término para simplificar, aunque nos referimos a los territorios urbanizados o en proceso de serlo y más específicamente a las regiones metropolitanas) es un espacio en el que se produce una parte importante de la plusvalía y en consecuencia existe una masa importante de la población que sufre esta expropiación. Los trabajadores asalariados, el ejército de reserva de mano de obra (los inmigrantes), los jóvenes que no consiguen acceder al mercado de trabajo y los desocupados que lo han perdido y gran parte de las clases medias que están perdiendo o no les alcanzan los bienes y servicios propios del “estado del bienestar” (es decir los que cubren derechos considerados universales) son los que generan la plusvalía que se apropian el capital financiero, el bloque “cementero” y en general los capitalistas que externalizan una parte de sus costes y disfrutan de rentas de posición en las zonas más valorizadas de la ciudad. El conjunto de las clases urbanas [3] que sufren la alienación urbana, o la desposesión de la ciudad que han hecho y hacen cada día reciben un salario ciudadano o indirecto en forma de vivienda protegida, de transportes colectivos, de educación y asistencia sanitaria, de equipamientos culturales, de programas sociales, de servicios de protección, de espacios públicos cualificados, etc. Cuando el salario indirecto no cubre satisfactoriamente estos derechos y en cambio financieros, especuladores, promotores, constructores, capitalistas beneficiarios de rentas de posición, etc. obtienen grandes beneficios entonces se puede considerar que la ciudad es hoy un ámbito de explotación. Harvey, en el artículo de Socialist Register citado, afirma incluso que actualmente la ciudad es el lugar principal de apropiación capitalista de la plusvalía. El temor al marxismo, por su carácter revelador, es lógico cuando lo expresan las élites dominantes, pero no lo es tanto cuando se ha instalado agresivamente en los medios académicos [4].

[2] En esta parte nos apoyamos en las obras de Harvey, desde la ya antigua Urbanismo y desigualdad social (1973), The Urbanization of Capital (1985), Espacios de esperanza (2003, original en inglés 2000), The Enigma of Capital and The Crises of Capitalism (2010) y especialmente en un artículo reciente publicado en Socialist Register 2012 The urban roots of financial criss: reclaiming the city for anti-capitalist struggle. Así como en los conceptos de Marx tal como los utiliza en ”El Capital “, Editions Sociales, Paris, 1959.

[3] La obra reciente de Marina Subirats “Barcelona, de la necessitat a la llibertat. Les classes socials al tombant del segle XXI” (L’Avenç 2012) significa un hito importante en la producción intelectual sobre la ciudad pues recupera, actualiza e innova el análisis de clase en las regiones metropolitanas.

[4] En muchos centros y departamentos de ciencias sociales hay un rechazo explícito al marxismo. Lo mismo sucede en las comisiones nacionales o europeas de evaluación de proyectos de investigación, como han podido comprobar algunos de los miembros de estas comisiones.

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Autor / Autora
Jordi Borja Sebastià
Profesor Emérito y Presidente del Comite Académico del Máster Universitario de Ciudad y Urbanismo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Doctor en Geografía e Historia por la Universidad de Barcelona y Geógrafo urbanista por la Université de Paris-Sorbonne. Ha ocupado cargos directivos en el Ayuntamiento de Barcelona y participado en la elaboración de planes y proyectos de desarrollo urbano de varias ciudades europeas y latinoamericanas. Fue Presidente del Observatorio DESC (derechos económicos, sociales y culturales). Website
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