Economía colaborativa y servicios públicos: 6 pasos para una ciudad realmente colaborativa

10 junio, 2014

Cuando hablamos de ciudades inteligentes ¿Significa eso que hubo alguna vez ciudades tontas? Se preguntaba con ironía Jordi Borja recientemente al respecto de la capacidad de algunos para crear continuamente etiquetas más bien superficiales debido a su interés lucrativo. Ciertamente, el uso de una nueva terminología vacía de contenido tiene el riesgo de edulcorar la visión de la realidad, a convertirse en simple facilitadora de actividad económica para potentes operadores –como el tecnológico- o incluso, en algunos casos podría llegar a justificar operaciones costosas por parte de los responsables políticos. ¿Será ese el camino que ha emprendido la economía colaborativa y su aplicación a lo urbano? Si hablamos de ciudades colaborativas ¿Es que estamos aceptando, por ejemplo, que la colaboración es un invento del siglo XXI?

Para evitar caer en estos riesgos, la economía colaborativa debe tender, en mí opinión, a hablar de conceptos concretos y reales como desigualdad social, servicios públicos o derechos urbanos. A usar conceptos más claros y comprometidos con las personas como, por ejemplo, el derecho a la ciudad y el gobierno democrático del territorio. Igualmente, la economía colaborativa (sus empresas, sus promotores, sus usuarios, etc) debería hacer un esfuerzo para concretar y clarificar su relación con las ciudades y sus ciudadanos, tratando de ver como contribuye y como puede contribuir más, tanto en la reducción de las desigualdades sociales como en la mejora de la calidad de vida de las poblaciones urbanas. De no hacerlo habrá quien pueda pensar que la economía colaborativa no es más que una nueva etiqueta vacía. Un nuevo término para legitimar dinámicas neoliberales que influyen en la realidad política, social y económica de nuestras ciudades más bien para desmontar la arquitectura de servicios públicos construidos durante años, a través de la apología del emprendimiento individual, del “háztelo tu mismo” y de sustitución del servicio público por el servicio colaborativo. Por descontado, en ese caso dejaría de ser, a mí modo de ver, una oportunidad para mejorar nuestras ciudades.

Por ello, y habiendo definido en anteriores ocasiones lo que es una ciudad colaborativa, lo que entiendo por economía ciudadana y lo que debería ser una gestión pública cooperativa y colaborativa, en éste articulo propongo 6 acciones que deberían formar parte de una programa público de una ciudad que apostase decididamente por la economía colaborativa.

1. Promover la movilidad compartida

En la economía colaborativa, el transporte implica accesibilidad más allá del concepto de propiedad. Por ello deberían promoverse todos los medios de transporte compartidos y impulsarse acciones complementarias para su fomento:desde el transporte público tradicional (autobús, metro, bici) a nuevas formas de compartir el transporte privado (coches compartidos o carsharing, viajes compartidos o ridesharing). Dicha promoción debería acompañarse con medidas que faciliten el aparcamiento y la circulación de éstas formas de movilidad respecto a las exclusivamente privadas (coche privado de uso individual).

2. Promover el mercado alimentario local

Promover la producción alimentaria local mediante cooperativas de consumo y el acercamiento a formas de relación sostenibles con el entorno mediante la promoción de huertos urbanos. Promover sistemas de producción, distribución y venta local y de km 0.

3. Promover la vivienda compartida

Promover sistemas de vivienda compartida a través de cooperativas de vivienda y nuevas formas de construcción y relación con el espacio (servicios compartidos, modelos compartidos de propiedad, terrazas compartidas entre otros).

4. Impulsar el empleo en la economía ciudadana

Mediante incentivos fiscales, económicos para su creación y consolidación. Impulsando planes ambiciosos para aumentar el porcentaje de creación de riqueza vinculado a lo colaborativo. Impulsando la economía ciudadana y minimizando riesgos de deslocalización y actividad especulativa. Fomentando la banca ética creando círculos virtuosos entre ahorradores y emprendedores. Utilizando los recursos públicos existentes para impulsar la economía colaborativa.

5. Implementar la educación cooperativa y colaborativa

Integración de la educación cooperativa y colaborativa en los programas educativos públicos. Fomento prioritario de la cultura cooperativa y colaborativa en las escuelas de negocio y en los servicios públicos de creación de empresas. Prestigiando el emprendimiento colectivo ante la mitificación del éxito individual.

6. Crear un consejo de la ciudad colaborativa

Crear un Consejo de la Ciudad Colaborativa: un espacio de encuentro entre representantes del sector público, de las empresas de economía colaborativa, de organizaciones independientes y de los usuarios. Su función debería ser establecer las líneas estratégicas principales para crear las mejores sinergias entre todos ellos, así como buscar la complementariedad de la economía colaborativa con los servicios públicos ya existentes y las demandas sociales que aún se deben cubrir.

No son todas éstas las acciones que podrían hacerse pero bien pueden formar parte de un programa de actuación que aproveche la emergencia de la llamada economía colaborativa en el ámbito urbano. Todas las acciones descritas deberían impulsarse con un estilo de gestión pública cooperativa y colaborativa: implementando sistemas de cooperación y mancomunión de servicios, estableciendo espacios y mecanismos de cocreación ciudadana para la definición de los servicios públicos y, obviamente, adaptando la normativa a la innovación y a nuevos modelos de negocio colaborativos.

Finalmente y de acuerdo con lo expuesto, el fenómeno emergente la economía colaborativa debe sumarse a la reivindicación de los servicios públicos y del espacio público. No debe presentarse como su sustituto, ni pretender ocupar el vacío que dejan. La economía colaborativa debe interrelacionarse con ellos para mejorarlos. Por ello, impulsar la economía colaborativa debe comportar un mayor impulso de las escuelas públicas, de la sanidad pública, del espacio público, donde todos los ciudadanos colaboran con sus impuestos para trata de ofrecer una mínima igualdad de oportunidades que garantice, a su vez, una cierta reducción de las desigualdades sociales.

En conclusión un programa de acción de una ciudad colaborativa debe sumar las nuevas posibilidades que ofrece la economía colaborativa con el mantenimiento y fomento de los servicios públicos y derechos urbanos ya conseguidos previamente con la colaboración de todos. Contribuir, en definitiva, a aumentar el valor de lo público, de lo colectivo, desde la colaboración ciudadana. ¿Por donde empezar? Por ejemplo, con los 6 pasos descritos en éste artículo para impulsar una ciudad realmente colaborativa.

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Autor / Autora
Profesor colaborador en la asignatura Nueva economía urbana del Máster Universitario de Ciudad y Urbanismo. Politólogo y máster en Dirección pública. Consultor en gestión pública y economía social, cooperativa y colaborativa. rogersunyer.com / @rogersunyer / Linkedin
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