La banalización del crimen en Barcelona y la tolerancia cero

16 septiembre, 2019
Foto: Tara Evans / Unsplash

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Decíamos en el post anterior que, algunos meses antes de las pasadas elecciones municipales (hacia septiembre de 2018), los medios ya se estaban haciendo eco de todo tipo de información (verificada o no) relacionada con el descenso de los niveles de seguridad en la ciudad de Barcelona. 

Lo cierto es que los indicadores sobre la inseguridad en la ciudad habían crecido en los últimos tres años anteriores (justo a la mitad de la legislatura) a niveles inadmisibles por una alcaldesa en periodo preelectoral: percepción ciudadana y incremento de los hurtos especialmente en los dos barrios más turistificados de la ciudad (Eixample y Ciutat Vella).

Manuel Valls, conocedor de que los miedos ciudadanas las alimentan los ladrones y los forasteros, había iniciado su campaña, ese mismo septiembre, con una alerta sobre los niveles insoportables de inseguridad que se vivían en la ciudad. Sin compartir discurso electoral con Jaume Collboni, Valls mucho más eficiente, dio el grito de salida de la campaña meses antes que su oponente: en Barcelona, tolerancia cero! 

 

Pero, ¿qué postula la «tolerancia cero «?

En los ámbitos profesionales de la seguridad, la teoría de la tolerancia cero (Zero Tolerance en el original anglosajón) es bien conocida. Ha sido una propuesta recurrente de muchos responsables políticos y policiales. Y han hecho un uso variado de este postulado en los últimos años muchos dirigentes políticos: Nicolas Sarkozy, contra los habitantes de las banlieus, Manuel Valls, contra la población gitana, el alcalde del PP en Badalona, García Albiol, contra los inmigrantes rumanos con la campaña «Limpiando Badalona». Pero también, más recientemente, Donald Trump en USA, Salvini en Italia, Katla Novak en Hungría, Mitsotakis en Grecia, o , ahora, Albert Batlle en Barcelona etc. Todos con carácter xenófobo contra los inmigrantes o contra minorías étnicas, con el postulado de luchar contra el crimen. Nada nuevo bajo el sol. 

Se trata de una de aquellas locuciones que tienen fuerza por sí mismas y son aplicables a cualquier campo sin que nadie se extrañe: contra los accidentes de tráfico, la violencia contra las mujeres, la obesidad, la contaminación del mar, el bullyng , la corrupción política, etc.

En todo caso, la teoría se desarrolló partiendo, presuntamente, del análisis que los sociólogos norteamericanos Wilson y Kelling relataron en su famoso artículo «Ventanas rotas» (The police and neighborhood safety. Broken Windows). Y fue popularizada, en los años 80 del siglo pasado, por el entonces alcalde de Nueva York, Ruddy Giuliani . Con el programa llamado de «Zero tolerance», Giuliani se proponía combatir el crimen en la ciudad mediante el mantenimiento de un entorno urbano ordena, con la pretensión de que el incivismo se convirtiera en una extensión del delito y de la a anarquía por la ciudad 

Los autores del artículo y precursores de la teoría, habían hecho el seguimiento del estudio de la aplicación de la ley Barrios limpios y seguros (Safe and Clean Neighborhood Act) que la Police Foundation de Washington había llevado a cabo en la ciudad de Newark, un municipio de New Jersey vecino en New York, que quería evaluar las nuevas patrullas a pie establecidas por la ley. El experimento mostró que las patrullas a pie aumentaban la seguridad subjetiva pero no tenían ninguna incidencia en los índices de criminalidad, como el mismo Kelling reconoció.

Y la técnica era muy sencilla: cualquiera que, a ojos de la policía, pudiera ser sospechoso de cometer un acto incívico, legal o no -especialmente si no era blanco– era detenido y expulsado de la calle, fuera o no un delincuente.

Vemos un fragmento significativo de la a su análisis: «La gente que circulaba (por la calle) era principalmente negra; los policías que hacían la ronda, blancos. La gente estaba formada por «habituales» y «desconocidos». Los habituales se componían de gente decente y de algunos borrachos y vagabundos que estaban siempre allí pero que sabían cuál era «su lugar».

La presión ejercida sobre los agentes de policía de Newark que cumplieran con los objetivos definidos en el programa de la Police Foundation incrementó aún más la que ellos ejercían motu propio sobre los grupos más vulnerables de ciudadanos : jóvenes, minorías étnicas, etc. : 

«Los desconocidos eran simplemente eso, desconocidos, que eran vistos sospechosamente y hasta con recelo. El oficial (./.) Kelly consideraba que su trabajo era estar pendiente de los desconocidos y asegurarse de que los vagabundos cumplieran algunas reglas informales pero ampliamente conocidas. Los borrachos y los adictos podían estar sentados en la acera, pero no encamados en el suelo. Se podía beber en las calles laterales, pero no en la intersección principal. Las botellas debían cubrirse con bolsas de papel. (./.) «

La interpretación de los autores sobre la actividad policial era, como mínimo, peculiar: » En esta época la policía colaboraba en la recuperación de la autoridad actuante, a veces violentamente, en nombre de la comunidad. Se daba una paliza a los jóvenes rudos, arreste gente «bajo sospecha» o por vagancia, y las prostitutas y los ladrones de baja categoría eran expulsados. Los «derechos» eran algo de la que gozaba la gente decente y quizás también el delincuente profesional, que eludía la violencia y podía pagar un abogado. » Wilson y Kelling (./.)» 

Wilson, Kelling, y posteriormente Giuliani y todos los responsables policiales y políticos, sabían (y saben) perfectamente que a estas prácticas policiales no disminuyen el número de delitos. Pero esto no es lo más importante. Lo que intentaban conseguir era que los ciudadanos se sienteran más seguros, no disminuir la criminalidad. Nadie era llamado a engaño y los ciudadanos conocían perfectamente que hacían los agentes que patrullaban las calles.

Como conseguían mejorar la sensación de seguridad? : Según Wilson y Kelling, «Muchos ciudadanos, por supuesto, tienen miedo sobretodo al crimen, especialmente de aquel que implica el ataque repentino y violento de un desconocido. Este es un riesgo muy real, tanto en Newark como en muchas grandes ciudades. Pero tendemos a pasar por alto o ignorar otra fuente de miedo: el miedo de ser molestado por personas que alteran el orden público (Disorderly people)«.

La capacidad discrecional, digamos informal, de la que disponía la policía, y que le confería el poder de selección de perseguir unos u otros ilícitos penales , ya producía la criminalización de todos aquellos ciudadanos considerado por la policía como no normales. Con la consolidación de la teoría de las » ventanas rotas «, el procedimiento de selección adquiría carta de naturaleza (y cobertura jurídica). De este modo, desde el incivismo más leve al delito más grave se convertían en hechos susceptibles de ser perseguidos por la policía. Naturalmente, esto incluía la protesta social y la acción política. Por qué » No se trata de personas violentas ni de manera necesaria delincuentes, sino de sujetos de mala reputación, o ruidosos o impredecibles: mendigos, borrachos, adictos, jóvenes camorrista, prostitutas, vagabundos, personas con problemas mentales.», etc.

Esta práctica produce una transformación en el espacio público, en el que los derechos ciudadanos están garantizados por reglas arbitrarias susceptibles de ser interpretadas por la policía, en lo que podríamos llamar una banalización del crimen: el que un ciudadano haga en la calle podrá ser, o no, perseguido. Esta práctica no sólo deroga los derechos fundamentales de las personas por la vía de hecho sino que, por supuesto, anula el principio de presunción de inocencia sin que ello suponga ninguna garantía de eliminación del problema que pretendía solucionar: la criminalidad.

En cuanto a la efectividad del modelo, y el descenso de los homicidios que Giuliani atribuyó a su programa, fue radicalmente desmentido por estudios posteriores (como los de Eli Silverman ) . El descenso ha sido atribuido, entre otras causas, a un cambio en el hábito del consumo de drogas: el derivado de la cocaína conocido como crack, prácticamente desapareció de las calles y con él los niveles de violencia asociada a su consumo. Pero eso es otra historia. 

Y quien postula la tolerancia cero en la ciudad?

Más allá de endosarle la responsabilidad al gobierno municipal saliente sobre el crecimiento de la inseguridad, el análisis de los medios sobre la cuestión no ha pasado de plantearse como si los indicadores tuvieran una vida propia y ajena a los procesos sociales que se producen en el espacio público de una ciudad como Barcelona : crecen los robos, aumentan las agresiones, etc. atribuyendo la causalidad a grupos de individuos en riesgo o ya anteriormente criminalizados: menas, manteros o lateros paquistaníes . 

Es público que la GUB no se sentía cómoda bajo y el mando de los Comunes . Fué la mano diplomática de su Comisionado y la falta del cumplimiento del programa de Gobierno quien impidió una guerra abierta con la alcaldesa, como sucedió en Madrid contra Manuela Carmena (y aquí lo dejo). Colau , al renunciar a dirigir las políticas de seguridad de la ciudad, se aliviaba de la presión de las encuestas (y de la GUB), cediendo la responsabilidad a sus socios de gobierno. Estos veían una buena oportunidad política, asumir la gestión de la seguridad y no dudaron en hacer propuestas resolutivas sobre el tema con el fin de restar protagonismo a BEC y espacio al discurso securitario de Valls.

Seguro conocedor de la teoría de la tolerancia cero, el concejal Batlle rápidamente hizo públicos sus dos objetivos prioritarios: los manteros y los menores no acompañados. Los mismos objetivos que había explicitado Valls (o Giuliani , o Sarkozy, etc.).

La primera decisión fue la batida de la policía contra el tráfico de drogas en el Raval , y en los días posteriores al inicio de la cacería de manteros por la ciudad. Y en esto sigue enredada la policía, pero ahora desplazada donde el negocio de la droga y de la manta ha trasladado su mercado. Como siempre.

Y aquí es donde se complica la cosa. Como ya dijimos, el mercado de la droga, mientras se mantiene la demanda, no se destruye, se desplaza. En cuanto a los manteros su actividad tiene poco que ver con el crecimiento de la a inseguridad. Por que respecta a los menores no acompañados, está por ver si todos los robos con violencia los lleva a cabo este grupo y si todo el grupo se dedica a los delitos violentos. Y en cuanto a las agresiones en general y los homicidios, desligados de los robos en la mayoría de los casos, está por ver quién es quién hay detrás, si los menores, los manteros o los mafiosos de distinta procedencia que pululan por la ciudad, bien por que operan profesionalmente, bien porque están de vacaciones o de baja laboral y tienen los nervios a flor de piel y poca paciencia. 

En resumen, el concejal está teniendo problemas para mantener sus objetivos. Básicamente porque el garantista marco normativo español (ya pasó con la sentencia sobre la multireicidència) tiene poco que ver con el marco normativo estadounidense y el modelo «forty one shots» de la policía de New York de los años 90 ; y por qué ha enfocado de manera errónea sus objetivos, más propios del jefe de la oposición que debe exigir resultados inmediatos , que del jefe de la policía que tiene que lidiar con toda esta problemática. 

De hecho, la última redada de la policía en el metro contra los hurtos ha quedado reducida a la detención de una veintena de personas que tienen problemas administrativos de extranjería. En resumen, políticas reactivas que tienen poco que ver con los hechos que se han utilizado para inflar la campaña de la inseguridad en la ciudad: la violencia y los asesinatos. 

El modelo de ciudad tiene en la actividad del turismo de masas su principal fuente de rendimiento económico y satura el espacio público, convirtiendo la vivienda en un producto, expulsa a las vecinas de los barrios (inversión, HUT’s, hoteles o segundas residencias para millonarios, o narcopisos, tanto da) y aumenta la demanda de alcohol, drogas o prostitución. Si el número de delitos que aparecen en las estadísticas policiales está relacionado con este modelo, los datos tendrán carácter sistémico, y sería menester que los beneficiarios del negocio asumieran sus responsabilidades . 

El concejal tendrá problemas con la persistencia de los más de 150.000 hechos penales conocidos por la policía anualmente desde hace más de dos décadas y la posible correlación con el incremento de turistas y cruceristas en la ciudad; y los tendrá también con otro, derivado de la anteriores: desactivar toda la campaña de alarma que ya ha llegado a las cancillerías de muchos países, desde las que se avisa a sus nacionales que Barcelona no es un destino turístico seguro. La banalización del crimen que se está produciendo en la ciudad y la farsa de la tolerancia cero no se pueden sostener con estos postulados. En todo caso habrá que cambiar las políticas y comenzar a revertir el modelo hacia un sistema preventivo de carácter global. 

Psd: Tenía que pasar, y ha pasado : al concejal le han salido voluntarios motivados para ayudarlo en la aplicación de su programa de tolerancia cero. Veremos si puede controlar el fuego.

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La banalització del crim a Barcelona i la tolerància zero

Dèiem en el post anterior que, alguns mesos abans de les passades eleccions municipals (cap al setembre de 2018), els mitjans ja s’estaven fent ressò de tota mena d’informació (verificada o no) relacionada amb el descens dels nivells de seguretat a la ciutat de Barcelona.

El cert és que els indicadors sobre la inseguretat a la ciutat havien crescut en els darrers tres anys anteriors (just a la meitat de la legislatura) a nivells inadmissibles per una alcaldessa en període preelectoral: percepció ciutadana i increment dels furts especialment als dos barris més turistificats de la ciutat (Eixample i Ciutat Vella). 

Manuel Valls, coneixedor de que les pors ciutadanes les alimenten els lladres i els forasters, havia iniciat la seva campanya, aquell mateix setembre, amb una alerta sobre els nivells insuportables d’inseguretat que es vivien a la ciutat. Malgrat compartir discurs electoral amb Jaume Collboni, Valls va se molt més eficient i va donar el crit de sortida de la campanya mesos abans que el seu oponent: a Barcelona, tolerància zero!

Però, què postula la “tolerància zero”?

En els àmbits professionals de la seguretat, la teoria de la tolerància zero (Zero Tolerance a l’original anglosaxó) es ben coneguda. Ha estat una proposta recurrent de molt responsables polítics i policials. I n’han fet un ús variat d’aquest postulat ens els darrers anys molts dirigents polítics: Nicolas Sarkozy, contra els habitants de les banlieus, Manuel Valls, contra la població gitana, l’alcalde del PP a Badalona, Garcia Albiol, contra els immigrants romanesos amb la campanya “Limpiando Badalona”. Però també més recentment Donald Trump als USA, Salvini a Italia, Katlin Nóvak a Hongria, Mitsotakis a Grècia, o, ara, Albert Batlle a Barcelona etc. Tots amb caràcter xenòfob contra els immigrants o contra minories ètniques, amb el postulat de lluitar contra el crim. Res de nou sota el sol.

Es tracta d’una d’aquelles locucions que tenen força per elles mateixes i són aplicables a qualsevol camp sense que ningú s’estranyi: contra els accidents de trànsit, la violència contra les dones, l’obesitat, la contaminació del mar, el bullyng, la corrupció política, etc.

En tot cas, la teoria es va desenvolupar partint, presumptament, de l’anàlisi que els sociòlegs nord-americans Wilson i Kelling van relatar en el seu famós article «Finestres trencades» (The police and neighborhood safety. Broken Windows). I va ser popularitzada, als anys 80 del segle passat, pel llavors alcalde de Nova York, Ruddy Giuliani. Mitjançant el programa anomenat de “Zero tolerance”, Giuliani es proposava combatre el crim a la ciutat mitjançant el manteniment d’un entorn urbà ordenat, amb la pretensió que l’incivisme esdevingués en una extensió del delicte i la anarquia per la ciutat. 

Els autors de l’article i precursors de la teoria, havien fet el seguiment de l’estudi d’aplicació de la llei Barris nets i segurs (Safe and Clean Neighborhoods Act) que la Police Foundation de Washington havia dut a terme a la ciutat de Newark, un municipi de New Jersey veí a New York, que volia avaluar les noves patrulles a peu establertes per la llei. L’experiment va mostrar que les patrulles a peu augmentaven la seguretat subjectiva però no tenien cap incidència en els índexs de criminalitat, com el mateix Kelling va reconèixer.

I la tècnica era molt senzilla: qualsevol que, a ulls de la policia, pogués ser sospitós de cometre un acte incívic, legal o no –especialment si no era blanc– era detingut i expulsat de carrer, fos o no un delinqüent.

Veiem un fragment significatiu de la seva anàlisi: «La gent que circulava (pel carrer) era principalment negra; els policies que feien la ronda, blancs. La gent estava formada per «habituals» i «desconeguts». Els habituals es componien de gent decent i d’alguns borratxos i vagabunds que estaven sempre allà però que sabien quin era «el seu lloc»

La pressió exercida sobre els agents de policia de Newark perquè complissin amb els objectius definits en el programa de la Police Foundation va incrementar encara més la que ells exercien motu propi sobre els grups més vulnerables de ciutadans: joves, minories ètniques, etc.:

“Els desconeguts eren simplement això, desconeguts, que eren vists sospitosament i fins amb recel. L’oficial (./.) Kelly considerava que el seu treball era estar pendent dels desconeguts i assegurar-se que els vagabunds complissin algunes regles informals però àmpliament conegudes. Els borratxos i els addictes podien estar asseguts a la vorera, però no ajaguts a terra. Es podia beure en els carrers laterals, però no en la intersecció principal. Les ampolles havien de cobrir-se amb bosses de paper. (./.)”

La interpretació dels autors sobre l’activitat policial era, com a mínim, peculiar: “En aquesta època la policia col·laborava en la recuperació de l’autoritat actuant, de vegades violentament, en nom de la comunitat. Es donava una pallissa als joves rudes, s’arrestava gent «sota sospita» o per vagància, i les prostitutes i els lladres de baixa categoria eren foragitats. Els «drets» eren una cosa de la qual gaudia la gent decent i potser també el delinqüent professional, que eludia la violència i podia pagar un advocat. » Wilson i Kelling (./.)”

Wilson, Kelling, i posteriorment Giuliani i tots els responsables policials i polítics, sabien (i saben) perfectament que aquestes pràctiques policials no disminueixen el nombre de delictes. Però això no és el més important. El que intentaven aconseguir era que els ciutadans es sentin més segurs, no disminuir la criminalitat. Ningú era cridat a engany i els ciutadans coneixien perfectament que feien els agents que patrullaven els carrers.

Com aconseguien millorar la sensació de seguretat?: Segons Wilson i Kelling, “Molts ciutadans, per descomptat, tenen por sobretot del crim, especialment d’aquell que implica l’atac sobtat i violent d’un desconegut. Aquest és un risc molt real, tant en Newark com en moltes grans ciutats. Però tendim a passar per alt o ignorar una altra font de por: la por de ser molestat per persones que alteren l’ordre públic (Disorderly people).

La capacitat discrecional, diguem-ne informal, de la qual disposava la policia, i que li conferia el poder de selecció de perseguir uns o altres il·lícits penals, ja produïa la criminalització de tots aquells ciutadans considerat per la policia com a no normals. Amb la consolidació de la teoria de les finestres trencades, el procediment de selecció adquiria carta de naturalesa (i cobertura jurídica). D’aquesta manera, des de l’incivisme més lleu al delicte més greu es convertien en fets susceptibles de ser perseguits per la policia. Naturalment, això incloïa la protesta social i l’acció política. Per què “No es tracta de persones violentes ni de manera necessària delinqüents, sinó de subjectes de mala reputació, o sorollosos o impredictibles: pidolaires, borratxos, addictes, joves busca-raons, prostitutes, vagabunds, persones amb problemes mentals.”.etc.

Aquesta pràctica produeix una transformació en l’espai públic, en el qual els drets ciutadans estan garantits per regles arbitràries susceptibles de ser interpretades per la policia, en el que podríem anomenar una banalització del crim: el que un ciutadà faci al carrer podrà ser, o no, perseguit. Aquesta pràctica no només deroga els drets fonamentals de les persones per la via de fet sinó que, per descomptat, anul·la el principi de presumpció d’innocència sense que això suposi cap garantia d’eliminació del problema que pretenia solucionar: la criminalitat.

Pel que fa a la efectivitat del model, el descens dels homicidis que Giuliani va atribuir al seu programa, va ser radicalment desmentit per estudis posteriors (com els de Eli Silverman). El descens ha estat atribuït, d’entre altres causes, a un canvi en l’hàbit del consum de drogues: el derivat de la cocaïna conegut com crac, pràcticament va desaparèixer dels carrers i amb ell els nivells de violència associada al seu consum. Però això és altra història.

I qui és qui postula la tolerància zero a la ciutat?

Més enllà d’endossar-li la responsabilitat al govern municipal sortint sobre el creixement de la inseguretat, l’anàlisi als mitjans sobre la qüestió no ha passat de plantejar-se com si els indicadors tinguessin una vida pròpia i aliena als processos socials que es produeixen a l’espai públic d’una ciutat com Barcelona: creixen els robatoris, augmenten les agressions, etc. atribuint la causalitat a grups d’individus en risc o ja anteriorment criminalitzats: menes, manters o llauners paquistanesos.

És públic que la GUB no es sentia cómoda sota el comandament dels Comuns. Van ser la ma diplomàtica del seu Comissionat i la manca de l’acompliment del programa qui va impedir una guerra oberta amb l’alcaldessa, com va succeir a Madrid contra Manuela Carmena (i aquí ho deixo). Colau, al renunciar a dirigir les polítiques de seguretat de la ciutat, s’alleujava de la pressió de les enquestes (i de la GUB), cedint la responsabilitat al seus socis de govern. Aquests veient una bona oportunitat en assumir la gestió de la seguretat, no van dubtar en fer propostes resolutives sobre el tema per tal de restar protagonisme a BEC i espai al discurs securitari de Valls.

Segur coneixedor de la teoria de la tolerància zero, el regidor Batlle ràpidament va fa fer públics els seus dos objectius prioritaris: els manters i els menors no acompanyats. Els mateixos objectius que els que havia explicitat Valls (o Giuliani, o Sarkozy, etc.).

La primera decisió va ser la batuda de la policia contra el tràfic de drogues al Raval, i en els dies posteriors l’inici de la cacera de manters per la ciutat. I en això segueix embolicada la policia, però ara desplaçada allà on el negoci de la droga i de la manta ha traslladat el seu mercat. Com sempre.

I aquí és on s’enreda la cosa. Com ja vam dir, el mercat de la droga, mentre es manté la demanda, no es destrueix, es desplaça. Pel que fa als manters la seva activitat té poc a veure amb el creixement de la inseguretat. Pel que fa al menors no acompanyats, està per veure si tots els robatoris amb violència els du a terme aquest grup i si tot el grup es dedica als delictes violents. I pel que fa a les agressions en general i als homicidis, deslligats dels robatoris en la majoria dels casos, està per veure qui és qui hi ha al darrera, si els menors, el manters o els mafiosos de distinta procedència que pul·lulen per la ciutat, bé per que operen professionalment o bé per que estan de vacances o de baixa laboral i tenen els nervis a flor de pell i poca paciència.

En resum, el regidor està tenint problemes per mantenir els seus objectius. Bàsicament perquè el garantista marc normatiu espanyol (ja va passar amb la sentència sobre la multireicidència) té poc a veure amb el marc normatiu nord-americà i el model “forty one shots” de la policia de New York dels anys 90; i per que ha enfocat de manera errònia els seus objectius, més propis del cap de l’oposició que ha d’exigir resultats immediats, que del cap de la policia que ha de bregar amb tota aquesta problemàtica.

De fet, la darrera batuda de la policia al metro contra els furts ha quedat reduïda a la detenció d’una vintena de persones que tenen problemes administratius d’estrangeria. En resum, polítiques reactives que tenen poc a veure amb els fets que s’han utilitzat per inflar la campanya de la inseguretat a la ciutat: la violència i els assassinats.

El model de ciutat té en l’activitat del turisme de masses la seva principal font de rendiment econòmic i satura l’espai públic, convertint l’habitatge en un producte, expulsant les veïnes dels barris (inversió, HUT’s, hotels o segones residències per a milionaris, o narcopisos, tant és) i augmentant la demanda d’alcohol, drogues o prostitució. Si el nombre de delictes que apareixen a les estadístiques policials està relacionat amb aquest model, les dades tindran caràcter sistèmic, i caldria que els beneficiaris del negoci assumissin les seves responsabilitats.

El regidor tindrà problemes amb la persistència dels més de 150.000 fets penals coneguts per la policia anualment des de fa més de dues dècades i la seva possible correlació amb l’increment de turistes i creuristes a la ciutat; i els tindrà també amb un altre, derivat de l’anteriors: desactivar tota la campanya d’alarma que ja ha arribat a les cancelleries de molts països, des de les quals s’avisa als seus nacionals que Barcelona no és un destí turístic segur. La banalització del crim que s’està produint a la ciutat i la farsa de la tolerància zero no es poden sostenir amb aquests postulats. En tot cas caldrà canviar les polítiques i començar a revertir el model cap a un sistema preventiu de caràcter global.

Psd: Havia de passar, i ha passat: al regidor li han sortit voluntaris motivats per ajudar-lo en l’aplicació del seu programa de tolerància zero. Veurem si pot controlar el foc.

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Autor / Autora
Vicens Valentin
Profesor colaborador en la asignatura Ciudad, inseguridad y conflicto del Máster Universitario de Ciudad y Urbanismo. Licenciado en Historia General y Geografía, y máster en Política criminal y servicios sociales. Miembro del Grupo Motor de RISE (Red Internacional para la Innovación en Seguridad).
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