Ciudades ante la nueva era

7 febrero, 2018

El papel de las ciudades, la fuerza local y la ciudadanía activa: el derecho a la ciudad como factor redemocratizador de la sociedad.

Sin duda el periodo de mayor crecimiento urbano a nivel mundial se inicia a partir de la segunda guerra mundial. El proceso de urbanización no se ha producido por igual en todas las partes del planeta, pero se puede afirmar que vamos hacia un mundo cada vez más urbano y las ciudades son actores clave del presente y futuro de las sociedades. Interpretar los cambios sociales de estas últimas décadas ayuda a analizar su papel ante la nueva era.

Las tres décadas que siguieron a la segunda guerra mundial fueron calificadas de las “30 gloriosas” (1945-1975) en Europa y los Estados Unidos. Fue la culminación de la economía industrial, del “welfare state” o sociedad del bienestar y de la hegemonía de la democracia liberal. Aún existía el bloque soviético y la guerra fría pero se atisbaba la crisis del sistema comunista estatalista y autoritario. El “tercer mundo” degeneró en dictaduras, fracasos económicos y sumisión neocolonialista. En América latina la política de sustitución de importaciones según las orientaciones “cepalinas” no pudo competir con la producción europea y norteamericana, lo que produjo la radicalización de los conflictos sociales y los procesos políticos democratizadores. Sin embargo la dominación norteamericana y las elites latinoamericanas promovieron golpes de Estado impusieron gobiernos autoritarios (en el cono Sur, en Brasil, Perú, Centro América, etc) y aislaron a Cuba. Desde finales de los 40 hasta hoy los golpes de Estado auspiciados por los Estados Unidos han sido frecuentes pero a partir de los años 80 utilizaron a sus aliados nacionales y mediante instrumentos jurídicos, mediáticos y financieros.

Las elites políticas y económicas europeas y norteamericanas se plantearon la dominación mundial para lo cual debían multiplicar la acumulación de capital pues los derechos propios del “welfare state” suponían un creciente coste público, lo cual era una amenaza futura para los beneficios del gran capital industrial y especialmente para el financiero que pretendía adquirir el control del mercado global. En 1973 se crea la Comisión Trilateral por iniciativa de David Rockefeller, presidente del Chase Manhattan Bank y asume la dirección Zbigniew Brzezinski (el cual había anunciado la crisis del sistema soviético). En 1975, promovido por la Trilateral, se publica un libro que servirá de Biblia para las elites económicas y políticas: The Crisis of Democracy cuyos autores principales fueron Samuel Huntington y Michel Crozier. La tesis del libro era “el exceso de la democracia” que ponía en cuestión la gobernabilidad de los Estados y los márgenes de los beneficios del capital. Desde entonces se ha desarrollado una estrategia desigual e intermitente pero siempre en esta dirección. Se aplicó con dureza en el “tercer mundo” y especialmente en América latina, no solo en los años 70, también en estas dos décadas del siglo XXI. Se utilizó en los países más desarrollados principalmente en períodos de crisis, como a inicios de este siglo. La implosión del bloque soviético aplicó la receta mediante un nuevo autoritarismo combinado con un mercado salvaje. Más recientemente la China ha demostrado que sin democracia puede haber desarrollo.

En los años 70 se desarrolla “Internet”. O mejor dicho las nuevas tecnologías de información y comunicación a partir de la electrónica. Aparentemente se interpreta como unos complementos instrumentales al correo, el teléfono y a la recogida de datos. Sin embargo se trata de una revolución tanto en la industria y las actividades económicas como en la vida social y en las instituciones políticas. El “modo de producción informacional”, según Manuel Castells, el futuro dirá si fue una revolución similar al vapor y a la electricidad. Lo que es obvio es que modificó la relación entre la economía productiva y la economía financiera. El sistema financiero se globaliza y no se ve. La industria y el comercio, actividades arraigadas en el territorio, quedan subordinadas y fragilizadas. También los poderes políticos, asi mismo encerrados en sus territorios, se muestran dependientes de las estrategias y de las veleidades de las finanzas globalizadas, articuladas por encima de las fronteras.

Finalmente, a finales del siglo veinte emerge una nueva gran potencia, China, que encuentra apoyos en el tercer mundo y en la renovada Rusia. Estados Unidos y los países europeos occidentales que fueron las potencias hegemónicas en los siglos XIX y XX ven como se les estrecha el espacio territorial y el global. Necesitan producir nuevos mecanismos de acumulación de capital, para lo cual necesitan un Estado gendarme y no un Estado democrático y social, una mayor explotación y exclusión de la fuerza de trabajo y el uso intensivo de la economía delictiva. El resultado es la regresión de los derechos políticos y sociales conquistados a lo largo de los dos siglos anteriores. ¿Cómo se puede resistir al capitalismo globalizado cómplices o débiles frente a los Estados y a los partidos oligàrquicos de ámbito estatal e internacional? ¿Cómo se puede defender y conquistar los derechos de las clases populares y medias y resistir a la tendencia a la dualización creciente social?

Obviamente hay múltiples espacios y actores que se confrontan, tanto en ámbitos globales o continentales y en ámbitos estatales. Pero hay un ámbito especialmente pertinente y no suficientemente valorado: el de las ciudades y los territorios urbanizados. La resistencia y las alternativas a la “desdemocratización” en los ámbitos urbanos es hoy uno de los frentes redemocratizadores con más posibilidades. ¿El poder de las ciudades? Hoy lo urbano es una de las principales fuentes de acumulación de capital y la creciente pobreza de poblaciones pobres y excluidas. Pero no es poder, es un uso neocolonial por parte del capitalismo financiero y con un anacrónico poder por parte de los Estados

El derecho a la ciudad emerge como un concepto analítico y una estrategia alternativa a estas dinámicas disolventes de la ciudad y de la ciudadanía, que cuestionan la pervivencia de la democracia. No es solamente concretar los derechos, deben ejercerse y para todos. Para lo cual hay dos objetivos que se condicionan a la vez: confrontarse son el Estado central y el sistema financiero global y reorganizar el territorio sobre la base de las articulaciones de los municipios de forma policéntrica, metropolitana o regional. La fuerza local y la ciudadanía activa pueden conquistar los derechos. La exigencia de los derechos ciudadanos es un factor esencial de la redemocratización de las sociedades consideradas avanzadas. ¿Pero avanzadas hacia dónde? Puestos a confiar y a tener esperanzas mejor confiar en las ciudades que en los Estados.

Publicado originalmente en El Pais.

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Autor / Autora
Jordi Borja Sebastià
Profesor Emérito y Presidente del Comite Académico del Máster Universitario de Ciudad y Urbanismo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Doctor en Geografía e Historia por la Universidad de Barcelona y Geógrafo urbanista por la Université de Paris-Sorbonne. Ha ocupado cargos directivos en el Ayuntamiento de Barcelona y participado en la elaboración de planes y proyectos de desarrollo urbano de varias ciudades europeas y latinoamericanas. Fue Presidente del Observatorio DESC (derechos económicos, sociales y culturales). Website
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