La reconquista ciudadana del espacio público

21 febrero, 2013

Podríamos discutir horas sobre cada uno de los conceptos que forman el título: reconquista, ciudadanía, espacio público, ciudad … Y muy seguramente no nos pondríamos de acuerdo. Lejos de iniciar hoy discusiones ontológicos, haré el esfuerzo de construir un relato, arbitrario e intencionado, como son todos los relatos, para explicar qué es lo que pretendemos debatir en el marco de esta mesa redonda.

Situamos el discurso. Barcelona, ​​2013. Estamos sufriendo los efectos de una crisis que tiene su origen en la negación de la ciudad. Y es que después de una época de urbanización desproporcionada y de sobreesfuerzos por llegar los primeros la carrera de las redes globales (en Barcelona, ​​básicamente, turística) nos encontramos hoy en una clara situación de desposesión de lo que entendemos que es de todos, la ciudad.

¿Pero de qué estamos hablando exactamente? Hablamos de la segregación del espacio urbano y metropolitano fruto de un proceso especulativo delirante, de la apropiación del espacio urbano por parte de unas actividades turísticas apoyadas en la marca de una ciudad que-ya-no-existe, o de la apropiación privada de las rentas urbanas generadas a partir de la inversión pública en los espacios urbanos.

Hablamos de la crisis de la democracia representativa de los partidos pero también de la connivencia de la administración en este delirio que ha sido la burbuja inmobiliaria y que ha provocado, a día de hoy, una pérdida fáctica de poder de intervención por culpa de una deuda que no se apunta como ilegítima. También hablamos de la quiebra del proyecto de convertir los mecanismos de participación en herramientas para la apertura y la integración ciudadana en la toma de decisiones en materia de políticas urbanas.

Hablamos también de la práctica del urbanismo en los últimos años. Unas prácticas cautivas de una tecnocracia que se erigía como salvadora de la ciudad a través de la actuación sobre espacios abstractos, sobre el plano, originalmente, y los renders 3D y los chips, en la actualidad. Una práctica urbanística defensora de la renovación constante (demasiadas veces injustificada), generando proyectos muy costosos de ejecutar y mantener en pro de su diseño innovador, negando a menudo las prácticas y las necesidades reales del contexto urbano donde se desarrollaban.

Es en este contexto donde afloran iniciativas que permiten pensar en una reversión de las dinámicas de la crisis en la ciudad y de la ciudad. Unas iniciativas que se apoyan en el espacio público como bien común, como espacio que se presupone que es de todos y no es de nadie. Una reconquista que no sólo se centra en el uso que se hace de ese espacio público sino que, al mismo tiempo, tiene una connotación política clara: se está reclamando el derecho a la ciudad. A través de la apropiación del espacio público, al conquistarlo, se está rompiendo con el espacio representado de los poderes fácticos, como diría Lefebvre, para generar nuevos espacios de representación para la ciudadanía, es decir, para quien los reclama y lucha por ellos. Con ello se está ganando una centralidad política importantísima para iniciar un proceso de recuperación de la ciudad a través de la acción ciudadana de base y en red y a favor del beneficio común en un momento en que la administración parece que quiera vender la ciudad a trozos.

Por último, esta reconquista no se produce con los instrumentos formales sino que se inicia normalmente con la controversia, la ilegalidad, la lucha y la reivindicación. Formas renovadas de producir el espacio, no encorsetadas en los procesos normalizadores de las políticas urbanas. En este debate también pretendemos que se hable de la necesidad de reivindicar nuevas formas abiertas y colaborativas en la gestión, el diseño y la intervención del espacio público. Ver los instrumentos posibles y las aproximaciones para producir, a todos los niveles, el espacio público desde la ciudadanía y que aseguren un retorno a la comunidad, al interés general, que es a su vez plural.

Estos cambios percibidos a raíz de la acción y la discusión de colectivos y personas comprometidas nos remiten inevitablemente a luchas vecinales y de movimientos sociales del tardofranquismo en Barcelona. Para afrontar el futuro conviene no olvidar la herencia más inmediata que tenemos en nuestro contexto. No debemos perder de vista que los movimientos vecinales fueron los instigadores muchas mejoras no sólo en el espacio público, sino también en los servicios básicos de urbanización y transporte. Cosas que hoy damos por asumidas, por naturales, y que fueron objeto de luchas durante años. El soterramiento de la “Ronda de Dalt”, tal y como explicaba Andrés Naya (La Veu del Carrer – FAVB) en la mesa redonda, fue gracias a la presión vecinal que tuvo en los instrumentos formales de participación, incipientes en los años ochenta y noventa, su espacio de negociación. En un escenario previo a la existencia de las redes sociales virtuales nos resulta admirable la enorme capacidad de movilización vecinal de las AAVV. Pero si nos trasladamos al aquí y ahora, el escenario no puede ser reproducido tal cual. Ni las AAVV por sí mismas tienen hoy la capacidad ni la legitimidad para tal movilización ni los instrumentos de participación formal tienen la capacidad transformadora. Como ya apuntamos en otro momento, la incorporación del paradigma 15M y la estrecha colaboración con sus movimientos satélite parecen hoy imprescindibles para afrontar una nueva forma de acción y protesta vecinal. Por suerte hay claros síntomas que apuntan hacia este cambio de mentalidad.

En relación a la necesidad de renovación de los movimientos vecinales, cabe apuntar la revisión y actualización de lo que Paul Davidoff nombró Advocacy planninn. Hemos reflexionado recientemente sobre este tema. El rol facilitador de técnicos/as comprometidos/as con los movimientos está siendo clave a la hora de pensar en esta reconquista de la ciudad. Una relación entre los movimentos y los técnicos, que se alimenta recíprocamente, como apuntaba Eliseu Arrufat (LaCol) en la mesa redonda. No se trata sólamente de empoderar al otro. Se trata de contaminarse mutuamente para tejer un compromiso para promover acciones para el cambio. Acciones que no pasan por la formalidad de los canales institucionales. Ni siquiera por lo estrictamente legal. Siquiera “público”. Al contrario, Guillem Domingo (Plantem-nos!) reivindicó la desobediencia como motor de cambio, recordando que la ciudad ha avanzado históricamente gracias a ésta.

Frente a los síntomas de desposesión y de alienación entre el espacio de la ciudad y sus habitantes hay que reivindicar el poder (de cambio) de la inteligencia colectiva expuesta por David Bravo. Hay que reclamar el posicionamiento crítico del conocimiento para inducir acciones basadas en la relación, en la reciprocidad, en la mutualidad y en el compromiso. Sin todo esto, no hay duda, acabaremos abducidos por la idiotez más absoluta.

[Notas de la mesa redonda acontecida el 24 de enero en el marco de la presentación del Posgrado “Espacio público: políticas urbanas y ciudadanía”]

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Autor / Autora
Colaborador del programa Ciudad y urbanismo. @aariassans. Escribe en La Trama Urbana.
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