Hacer ciudad sobre la ciudad: desde el tejado (I)
9 diciembre, 2020Estamos en un momento clave, en el que recuperar el valor de la cubierta plana como un lugar exterior más naturalizado y de disfrute donde realizar actividades cotidianas.
Si bien es cierto, que en la actualidad, la ciudad atraviesa un tiempo de crisis, de incertidumbre y caos como consecuencia de la Covid-19, también entra aceleradamente en un momento de inflexión en el que repensar en positivo la ciudad existente, haciendo hincapié en la recuperación de la misma frente a su extensión.
En este contexto, las cubiertas, tan reclamadas durante este tiempo, y sobre todo durante los meses de confinamiento más estricto, se han convertido en espacios al aire libre con un gran potencial desde donde hacer ciudad sobre la ciudad (Borja, 2009)1.
Con la pandemia, se ha restringido parcialmente el uso del espacio público – calles, plazas y rincones que conforman el entramado urbano – limitando la libertad de la ciudadanía y obligándonos a repensar y a revalorizar los lugares de nuestra cotidianidad.
Vivir la ciudad está relacionado con habitar el espacio exterior, libre y abierto, en el que las personas circulan, se relacionan y se desplazan. En definitiva, está relacionado con aquel espacio donde, día a día, se desarrolla, se disfruta y también se sufre, la vida cotidiana. La ciudad es inseparable del tiempo y de los movimientos vitales que se desarrollan en el espacio público y descubrir o redescubrir las cubiertas como espacios colectivos es fundamental para replantear la relación entre la habitabilidad de algunos edificios y el tejido urbano.
Desde la antigüedad, las cubiertas han protagonizado paisajes reconocibles en numerosas ciudades, pasando de ser un elemento funcional y constructivo a ser un elemento expresivo de cada época y de cada cultura. Si nos fijamos en la arquitectura vernácula de zonas de escasez de lluvias y climas semiáridos, como el norte de África, podemos observar que la ciudad es el resultado de un puzzle de cubiertas que responden al entorno urbano y a la sociedad que lo habita. Habitar la cubierta tiene que ver con dar vida a estos espacios y responde a las relaciones físicas, sociales y medioambientales del entorno.
Si la vivienda es el espacio íntimo, la cubierta como espacio intermedio es un espacio habitado todavía poco explorado, donde se podría llevar a cabo parte de nuestra vida cotidiana. La correlación entre la habitabilidad de la cubierta y el tejido urbano hace referencia al desarrollo de la vida colectiva en este espacio.
A mediados del siglo XX, el Movimiento Moderno puso en auge el uso extensivo de las cubiertas como espacios más verdes y conectados con la vida urbana. Espacios entre el adentro y el afuera, entre lo público y lo privado, entre lo doméstico y lo urbano. Le Corbusier, convierte en un tema central de su búsqueda el entender la relación entre el hombre y la naturaleza y define un nuevo concepto de jardín en altura que pasa de la escala doméstica a la escala urbana (Álvarez, Anibarro, Sainz, 2007)2. Así pues, la Unité d’Habitation se convierte en un gran referente de la cubierta vivida como un espacio jardín en contacto con la naturaleza (Le Corbusier, 1927), y como espacio de consagración colectiva (Sequeira, 2012)3. Más adelante, arquitectos como Giancarlo De Carlo, introducen el diseño participativo a la hora de proyectar las cubiertas jardín como espacios colectivos. Se abre así, un campo a nuevas exploraciones y a diversas maneras de intervenir con la finalidad de habitar las cubiertas como espacios vivos, espacios colectivos más naturalizados, como forma de generar apropiación e identidad. Un ejemplo significativo es el Villagio Matteoti donde dispone de todos los espacios comunes necesarios para la vida colectiva4.
Habitar las cubiertas tiene que ver con readaptar este espacio a los nuevos modos de vida. Una oportunidad para regenerar las ciudades existentes desde las alturas e inyectar vitalidad urbana a la vida doméstica.
Ante la situación actual, debatir sobre nuevas maneras de habitar las cubiertas, es una oportunidad que implica afrontar en positivo la crisis del presente; reconocer y retomar las relaciones, usos y funciones de este plano de la ciudad en el pasado; y acelerar un proceso introspectivo sobre nuevas formas de apropiación y de relación de este espacio construido y habitado.
Al fin y al cabo se trata de vivir nuevamente la ciudad desde el tejado, y enfatizar el valor de las cubiertas como espacios vivos, a través de un proceso participativo de recuperación de su significado que divague entre la planificación y la espontaneidad de los propios usuarios.
1BORJA, Jordi (2010). Luces y sombras del urbanismo actual (pág. 32). Barcelona: Editorial UOC.
2ÁLVAREZ, Dario; ANIBARRO, Miguel Ángel; SAINZ, Jorge (2007). El jardín en la arquitectura del siglo XX: naturaleza artificial en la cultura moderna. Estudios universitarios de arquitectura (pág. 124). Barcelona: Reverté S.A.
3SEQUEIRA, Marta (2012). Toit-civique. Le Corbusier y el espacio público a 50 metros del suelo. PC: proyecto y ciudad: revista de temas de arquitectura (núm.3, pág. 19-36). Cartagena.
4DE CARLO, Giancarlo (2013). L’architettura della partecipazione (pág. 39). Macerata: Quodlibet.
Créditos imágenes
Figura 1. Mr.View. (2020). Trying different perspectives. [Fotografía aérea]. Recuperado de https://www.instagram.com/mr.view/?hl=es
Figura 2. Campomar, M. (2020). La ciudad desde el tejado; Rehabitar las cubiertas de Ciutat Vella. [Diagrama]. Pág. 69.
Figura 3. Campomar, M. (2020). La ciudad desde el tejado; Rehabitar las cubiertas de Ciutat Vella. [Diagrama]. Pág. 67.
Estas reflexiones surgen del Trabajo Final del Máster universitario de Ciudad y urbanismo, UOC, curso 2019-2020:
Título: La ciudad desde el tejado; Rehabitar las cubiertas de Ciutat Vella como espacios vivos
Autora: Marina Campomar
Directora: Maria Pia Fontana
Accesible en http://hdl.handle.net/10609/114066