Políticas sociales desde la ciudad

9 octubre, 2014

Desde muy joven me preguntaba cuanto marcaba el espacio a la gente que lo vivía. ¿Cuánto limitaba o aportaba el barrio, la forma del edificio, el paisaje y las demás personas, a ese cúmulo de decisiones e imposiciones que llamamos trayectoria personal? Un poco más grande entendí que la gente también marcaba al espacio en el que vivía. En otras palabras, adopté una manera de entender la ciudad como una relación bidireccional -dialéctica decimos en sociología- entre el espacio y la construcción social de ese espacio. Vivir en un barrio o en otro no es lo mismo, puede hasta dar o quitar años de vida. Sin embargo, aprendí también que los espacios se intervienen con y sin cemento; que hay instrumentos para equilibrarlos; que no siempre la salvación es irse de un barrio pobre; que a veces los cambios más importantes aparecen desde los lugares más duros. Fue bueno darme cuenta que la transformación puede ser lenta, pero no siempre lo es. Que tiene que ver con la técnica, con el saber; pero también con la política, con el querer.

¿Por qué hablar de políticas sociales en el marco de las ciudades? La primera y más intuitiva respuesta es porque en ellas se concentra la mayor parte del capital económico y humano pero también los más acuciantes problemas sociales. En las ciudades viven personas con intensas vulnerabilidades bajo dinámicas y factores de exclusión. Sin embargo, es en el espacio urbano dónde se generan muchas de las respuestas, soluciones y cambios. No se trata de hacer invisibles las duras dinámicas generales a favor de un localismo entusiasta- y por cierto, limitante-, pero tampoco de convertir las tendencias globales en destino de condenas locales.

Actualmente la consolidación de las regiones y grandes ciudades como espacios socioeconómicos fundamentales, las convierten en un ámbito muy complejo sobre el que las políticas públicas deben repensar y actuar. Si el reto es que nuestras ciudades no sean sólo nodos económicos sino espacios de vida; ámbitos de cohesión social; de derechos y de desarrollo sostenible; se hace necesario replantear la cuestión de la ciudadanía como estatus de igualdad en cuanto a derechos y deberes de los habitantes de un territorio. En esta línea, ya en el año 2000, la Carta Europea de Salvaguarda de los Derechos Humanos en la Ciudad firmada en Sant-Denis por unas 200 ciudades europeas, se refería en su artículo IV al derecho de los colectivos vulnerables a gozar de medidas específicas que les garanticen el derecho de ciudadanía y la integración evitando los reagrupamientos discriminatorios.

Los escenarios de cambios de largo plazo son previos al 2007 y sumados a aquellos vinculados a la crisis, evidencian insuficiencias y desajustes de los sistemas del bienestar tal como se estaban aplicando; pero al mismo tiempo marcan la necesidad de mantener o restablecer un sistema de protección basado en derechos. Por otro lado, se ha de asumir la creciente heterogeneidad social, cultural y territorial que se da entre ciudades y también dentro de cada una, para evitar así, la proliferación de recetas y alentar, en cambio, los diseños ajustados en cada caso. Hablar de políticas sociales desde lo urbano es actual, pertinente y necesario si pretendemos actuar en favor de estos derechos ciudadanos. Conocer las dinámicas globales nos permite adecuar los instrumentos y recursos próximos para responder y transformar las realidades cercanas con propuestas, criterios contrastados y enfoques más certeros.

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Autor / Autora
Mariela Iglesias Costa
Licenciada en Sociología, Máster en Políticas, proyectos y gestión de ciudades (FBG/UB) y Máster universitario en Ciencia política (UAB). Forma parte del equipo de Territoris Oblidats.
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